jueves, 16 de junio de 2011

Nos vamos a vivir juntos: claves para que la convivencia funcione

Hay que aprender a compartir espacios y tiempos. Y no intentar cambiar al otro.
















Había una vez una pareja enamorada que decidió convivir. Se encontraron con que la relación cambiaba, el encanto originario palidecía, y afloraban las diferencias y las nuevas responsabilidades compartidas. Vivir juntos parecía tan fácil… pero, como dice la licenciada Rosalía Alvarez, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y especialista en pareja y familia, “ya no hay mariposas en la panza como al principio de la relación. Cuando el enamoramiento se transforma en amor, se desidealiza al otro. Muchas veces, deseos o necesidades propias deben ser resignadas o postergadas, y no todos soportan estos cambios”.

Pero si “amar es un arte” –como describió Erich Fromm–, a amar también se aprende. Según Graciela Faiman, especialista en psicoanálisis de pareja y familia, el quid de la convivencia es compatibilizar estilos, tiempos y ritmos. Para Sergio Sinay, escritor y experto en vínculos, “convivir es encontrarse con las diferencias y aceptar que el otro es otro, no la prolongación de uno”. Y no es que vivir bajo el mismo techo saque “lo peor de cada uno”, sino que ambos están más expuestos y la pareja se vuelve más real. “Es sano que la idealización caiga: construir una relación implica conocer y amar al otro verdadero, no a un ideal imaginario”, sintetiza Faiman.

Pretender que el otro cambie suele causar problemas y frustrar a ambos. Los expertos coinciden en que uno puede cambiar, pero no cambiar al otro. “El cambio debe ser porque la persona lo desea, no para agradarle a una pareja”, opina Faiman. Alvarez agrega que es muy posible que “uno también tenga que cambiar”.

Convivir es también compartir tiempos –un recurso escaso– y espacios, otro punto común de conflictos. Para Sinay, los momentos de cada uno son “necesarios y saludables, pero no a expensas del espacio común”. Advierte que “dos personas que eligieron vivir juntas deberán resignar espacios individuales”, pero que tampoco es sano “un espacio común que fagocite la individualidad y lleve a la simbiosis”. Encontrar el equilibrio es un proceso de crecimiento y maduración.

Para la María Dolores Dimier de Vicente, orientadora familiar del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral, el tiempo previo a la convivencia es una de las claves del éxito posterior: “Es importante revalorizar el noviazgo, etapa ideal para proponerse metas concretas del proyecto en común, conocerse y consolidar la pareja”. La licenciada Faiman aconseja, además, que la decisión de convivir no parta de “una solución frente a la soledad o para huir de la casa paterna, o como alternativa económica para abaratar costos”, sino del “deseo puro”.

El amor demanda constancia, paciencia, compromiso y actitudes. Se nutre de acciones cotidianas y detalles. Hablar de todo, conservar los espacios propios y comunes, aceptar las diferencias, disfrutar una intimidad rica en miradas, gestos y palabras, resumen las recomendaciones de los expertos. “La armonía en la pareja debe verse como un punto de llegada y no de partida”, señala Dimier, quien revaloriza el sentido del humor para “reírse juntos y desdramatizar, para encontrar en la dificultad una posibilidad de mejorar”. Y concluye: “Amar al otro es importante, pero más aún será “querer amarlo”, una decisión voluntaria de entrega generosa, de querer hacer feliz al otro, que va más allá de lo que se siente hoy y que los proyecta a ambos a futuro”.

Lo que ellas (y ellos) quieren.

¿Son diferentes hombres y mujeres a la hora de plantear una convivencia? Según los especialistas, sí hay diferencias. De acuerdo con la licenciada Rosalía Alvarez, ellas son más exigentes en el vínculo y más románticas, en tanto que ellos son más simples, pragmáticos y no están siempre dispuestos a la conversación intimista.

Para Sergio Sinay, ellas esperan a alguien que las proteja, les dé seguridad y una familia.
Ellos, a alguien que les cuide la retaguardia, críe a los hijos y gestione el aspecto emocional de la familia. La convivencia de la complementariedad es el desafío.

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