A lo largo de nuestra evolución hacia un estado de liberación emocional, la mayoría de nosotros pasamos por tres etapas en nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Primera etapa
En esta etapa, a la que nos referimos como ‘esclavitud emocional’, nos consideramos responsables de los sentimientos de los demás. Creemos que debemos esforzarnos constantemente en hacer felices a los demás. Y cuando nos parece que no lo son, nos sentimos responsables y obligados a hacer algo para que lo sean. Se trata de una actitud que nos lleva a ver a las personas que nos son más cercanas como una verdadera carga.
Hacerse responsable de los sentimientos de los demás puede ser a veces muy duro, especialmente en el caso de las relaciones íntimas. Es cuando se escuchan variaciones sobre el mismo tema:
“Cuando veo que mi pareja no es feliz o necesita algo que no le puedo dar, me siento agobiada. Tengo la impresión de estar en una cárcel, me ahogo y siento la urgente necesidad de liberarme lo más rápidamente posible’.
Se trata de la respuesta habitual de aquellos que ven el amor como la negación de sus propias necesidades y la obligación de satisfacer las necesidades del ser amado.
En la primera fase de toda relación es habitual que los dos miembros de la pareja experimenten un sentimiento de alegría y un deseo de comprensión mutua, junto con una gran sensación de libertad. Se trata de una relación estimulante, espontánea, maravillosa. Sin embargo, a medida que la relación se va volviendo más ‘seria’, puede ser que cada uno se sienta responsable de lo que siente el otro.
Si yo fuera una de estas personas, podría hacerme cargo de la situación valiéndome de una explicación como la siguiente:
“No soporto una relación que me anula. Cuando veo que mi pareja sufre, me siento perdido y necesito liberarme”.
Sin embargo, en caso de no llegar a este nivel de conciencia, lo más probable es que eche la culpa a la otra persona por el deterioro de la relación. Entonces podría decir:
“Mi pareja es una persona tan necesitada y tan dependiente que concede una importancia excesiva a nuestra relación”.
En tal caso, mi pareja haría bien rechazando la idea de que sus necesidades están mal. Si aceptara esta acusación, no haría sino empeorar las cosas. En lugar de ello, podría ofrecer una respuesta empática para enfocar el dolor que me provoca ese estado de esclavitud emocional:
“O sea, que te sientes presa del pánico. Te cuesta mucho ceñirte al profundo amor que sentimos el uno por el otro sin convertirlo en una responsabilidad, un deber, o una obligación. Tienes la sensación de que se te ha acabado la libertad porque crees que debes ocuparte constantemente de mí”.
Sin embargo, en lugar de una respuesta empática, dice: “¿Estás tenso porque te exijo demasiado?”, lo cual nos enreda en una especie de esclavitud emocional que contribuye a hacer más difícil la supervivencia de la relación.
Segunda etapa
En esta etapa nos damos cuenta del elevado precio que pagamos al asumir la responsabilidad de los sentimientos de los demás e intentar adaptarnos a ellos a expensas de nosotros mismos. Quizá nos irrite pensar que hemos desperdiciado la vida, que hemos respondido muy poco a las solicitudes de nuestra alma. Cuando me refiero a esta etapa, la llamo jocosamente, ‘la etapa ofensiva’, porque acostumbramos a hacer comentarios ofensivos como: “¡Este es un problema que sólo te afecta a ti! Yo no soy responsable de tus sentimientos”. Sabemos muy bien que no somos responsables, pero no sabemos de qué somos responsables ante los demás de forma que no nos esclavice emocionalmente.
Puede ocurrir que cuando salgamos de la etapa de esclavitud emocional, sigamos arrastrando residuos de temor y sentimiento de culpabilidad en lo que se refiere a nuestras necesidades. No es raro, por tanto, que acabemos expresándolas de una manera que puede parecer rígida e inflexible a oídos de los demás. Cuando nos encontramos en la ‘etapa ofensiva’, la liberación emocional comprende algo más que la simple manifestación de nuestras necesidades.
Tercera etapa
En la tercera etapa, llamada ‘liberación emocional’, respondemos a las necesidades de los demás con una amplia gama de sentimientos que emergen desde la libertad, tales como la compasión; nunca por miedo, sentimiento de culpabilidad o vergüenza. Así pues, nuestros actos nos colman de satisfacción no sólo a nosotros mismos, sino también a las personas que son objeto de nuestros esfuerzos. Aceptamos la plena responsabilidad de nuestras intenciones y nuestros actos, pero no nos hacemos responsables de los sentimientos de los demás. La liberación emocional implica expresar claramente cuáles son nuestras necesidades, pero manifestando también que tenemos en cuenta las necesidades de los demás y que nos interesa que asimismo se vean satisfechas.
Primera etapa
En esta etapa, a la que nos referimos como ‘esclavitud emocional’, nos consideramos responsables de los sentimientos de los demás. Creemos que debemos esforzarnos constantemente en hacer felices a los demás. Y cuando nos parece que no lo son, nos sentimos responsables y obligados a hacer algo para que lo sean. Se trata de una actitud que nos lleva a ver a las personas que nos son más cercanas como una verdadera carga.
Hacerse responsable de los sentimientos de los demás puede ser a veces muy duro, especialmente en el caso de las relaciones íntimas. Es cuando se escuchan variaciones sobre el mismo tema:
“Cuando veo que mi pareja no es feliz o necesita algo que no le puedo dar, me siento agobiada. Tengo la impresión de estar en una cárcel, me ahogo y siento la urgente necesidad de liberarme lo más rápidamente posible’.
Se trata de la respuesta habitual de aquellos que ven el amor como la negación de sus propias necesidades y la obligación de satisfacer las necesidades del ser amado.
En la primera fase de toda relación es habitual que los dos miembros de la pareja experimenten un sentimiento de alegría y un deseo de comprensión mutua, junto con una gran sensación de libertad. Se trata de una relación estimulante, espontánea, maravillosa. Sin embargo, a medida que la relación se va volviendo más ‘seria’, puede ser que cada uno se sienta responsable de lo que siente el otro.
Si yo fuera una de estas personas, podría hacerme cargo de la situación valiéndome de una explicación como la siguiente:
“No soporto una relación que me anula. Cuando veo que mi pareja sufre, me siento perdido y necesito liberarme”.
Sin embargo, en caso de no llegar a este nivel de conciencia, lo más probable es que eche la culpa a la otra persona por el deterioro de la relación. Entonces podría decir:
“Mi pareja es una persona tan necesitada y tan dependiente que concede una importancia excesiva a nuestra relación”.
En tal caso, mi pareja haría bien rechazando la idea de que sus necesidades están mal. Si aceptara esta acusación, no haría sino empeorar las cosas. En lugar de ello, podría ofrecer una respuesta empática para enfocar el dolor que me provoca ese estado de esclavitud emocional:
“O sea, que te sientes presa del pánico. Te cuesta mucho ceñirte al profundo amor que sentimos el uno por el otro sin convertirlo en una responsabilidad, un deber, o una obligación. Tienes la sensación de que se te ha acabado la libertad porque crees que debes ocuparte constantemente de mí”.
Sin embargo, en lugar de una respuesta empática, dice: “¿Estás tenso porque te exijo demasiado?”, lo cual nos enreda en una especie de esclavitud emocional que contribuye a hacer más difícil la supervivencia de la relación.
Segunda etapa
En esta etapa nos damos cuenta del elevado precio que pagamos al asumir la responsabilidad de los sentimientos de los demás e intentar adaptarnos a ellos a expensas de nosotros mismos. Quizá nos irrite pensar que hemos desperdiciado la vida, que hemos respondido muy poco a las solicitudes de nuestra alma. Cuando me refiero a esta etapa, la llamo jocosamente, ‘la etapa ofensiva’, porque acostumbramos a hacer comentarios ofensivos como: “¡Este es un problema que sólo te afecta a ti! Yo no soy responsable de tus sentimientos”. Sabemos muy bien que no somos responsables, pero no sabemos de qué somos responsables ante los demás de forma que no nos esclavice emocionalmente.
Puede ocurrir que cuando salgamos de la etapa de esclavitud emocional, sigamos arrastrando residuos de temor y sentimiento de culpabilidad en lo que se refiere a nuestras necesidades. No es raro, por tanto, que acabemos expresándolas de una manera que puede parecer rígida e inflexible a oídos de los demás. Cuando nos encontramos en la ‘etapa ofensiva’, la liberación emocional comprende algo más que la simple manifestación de nuestras necesidades.
Tercera etapa
En la tercera etapa, llamada ‘liberación emocional’, respondemos a las necesidades de los demás con una amplia gama de sentimientos que emergen desde la libertad, tales como la compasión; nunca por miedo, sentimiento de culpabilidad o vergüenza. Así pues, nuestros actos nos colman de satisfacción no sólo a nosotros mismos, sino también a las personas que son objeto de nuestros esfuerzos. Aceptamos la plena responsabilidad de nuestras intenciones y nuestros actos, pero no nos hacemos responsables de los sentimientos de los demás. La liberación emocional implica expresar claramente cuáles son nuestras necesidades, pero manifestando también que tenemos en cuenta las necesidades de los demás y que nos interesa que asimismo se vean satisfechas.

Upa jaja es demasiado cierto. En que etapa estaremos ahora ehh?? Que opinas yo creo que estamos entre terminando la primera y empezando la segunda. Será así?? Que se yo. En fin
ResponderBorrarLindo texto bello
Tam
no bicho... yo me siento en la 1, y menos 1 también!
ResponderBorrarja!
mirá, esto me identifica 200% en la etapa en la que estoy y como me siento:
“Mi pareja es una persona tan necesitada y tan dependiente que concede una importancia excesiva a nuestra relación”.
En tal caso, mi pareja haría bien rechazando la idea de que sus necesidades están mal. Si aceptara esta acusación, no haría sino empeorar las cosas. En lugar de ello, podría ofrecer una respuesta empática para enfocar el dolor que me provoca ese estado de esclavitud emocional:
“O sea, que te sientes presa del pánico. Te cuesta mucho ceñirte al profundo amor que sentimos el uno por el otro sin convertirlo en una responsabilidad, un deber, o una obligación. Tienes la sensación de que se te ha acabado la libertad porque crees que debes ocuparte constantemente de mí”.
Sin embargo, en lugar de una respuesta empática, dice: “¿Estás tenso porque te exijo demasiado?”, lo cual nos enreda en una especie de esclavitud emocional que contribuye a hacer más difícil la supervivencia de la relación."
y de hecho algo hablamos ayer cuando íbamos en el auto...
en fen...
me falta mucho... no sé!
tam!
es lo único que sé...